jueves, 28 de julio de 2011

Valoración del trabajo

Realizar el examen de Fotoperiodismo II fue una experiencia enriquecedora ya que me permitió acercarme a una realidad, como el arte a ciegas o a oscuras, que era lejana para mí, a través del descubrimiento de historias de perseverancia conmovedoras. Gracias a este trabajo pude entrar en contacto con personas ciegas o con baja visión, algunas artistas y otras no, que me sorprendieron por su buena predisposición para contarme sus vidas. Además, tuve la posibilidad de acompañar a estos individuos en diferentes situaciones, lo que me pareció gratificante y me permitió conocerlos, lo que considero que le da un sentido especial a mi trabajo.
Sin embargo, debo admitir que las dificultades aparecieron desde el principio. Elegir el tema del fotorreportaje fue uno de los principales desafíos que se me presentaron en la realización de este trabajo. Tras haber disfrutado y aprendido nuevos conceptos de composición y modos de contar mediante una imagen durante el curso, quería aprovechar la oportunidad del examen para adentrarme en un tema que me interesara y me involucrara.
Luego de considerar diversas posibilidades opté por hacer el trabajo sobre “Artistas ciegos o de baja visión”. De este modo conocí a muchas personas ciegas o con visión limitada que me contaron sus historias. Si bien al principio pensé que sería difícil encontrar artistas ciegos y de baja visión, la realidad me sorprendió. Hay mucha gente que, por más que tenga estas dificultades emprende un camino artístico, ya sea como carrera o como jobi. Hablando con una cantante, conocí a la soprano Libertad Navarro quien me permitió entrar en su mundo. En la Unión Nacional de Ciegos del Uruguay me presentaron a Julio Bazzano. Y ellos me dejaron ingresar en sus universos artísticos.
Si bien ambas historias son diferentes, tienen algo en común: la perseverancia y la lucha por lograr lo que quieren. Compartir ensayos y presentaciones con ellos me hizo conocer sus dificultades, sus gustos y su talento. Tuve que aprender algunos códigos implícitos y a decir escuchar en vez de ver.
Aunque me enfrenté a diversas dificultades, entre ellas mi propia ignorancia, logré conocer las historias de dos personas que luchan por hacer lo que les gusta, en el caso de Libertad cantar, y en el de Julio, narrar cuentos.
En cuanto a lo formal, las dificultades reaparecieron a la hora de elegir las fotos. Dudé. Creo que tener muchas imágenes me condujo a que me costara la elección. Descarté muchas fotos por problemas técnicos, por ejemplo porque estaban fuera de foco (salvo cuando esto significaba un recurso narrativo), y otras porque no transmitían lo que quería comunicar. Sin embargo, la cantidad de fotografías que saqué de estos artistas revela algo de lo que no dudo: llegué a conocerlos y a involucrarme con ellos.

Examen de Fotoperiodismo II

Arte a oscuras
Aunque Libertad Navarro y Julio Bazzano tengan discapacidad visual, su vocación les ilumina la vida: les permite derrumbar su dificultad. Los hace libres




“El arte es 90% transpiración y 10% inspiración”. Esta premisa, sentenciada por Pascal, se adecua a la perfección a la experiencia de los artistas Libertad Navarro y Julio Bazzano, quienes además de talento, tienen la perseverancia en común. Una cualidad que les permitió superar su discapacidad visual y desarrollar la actividad que más les satisface, pero que sobre todo, los hace libres.
Libertad Navarro tiene 32 años y es una de los 4000 uruguayos que viven a oscuras. Pero a ella cantar le ilumina la vida. Así como a quienes la escuchan. Aficionados y profesionales se emocionan al ver y oír las interpretaciones de esta soprano, que aunque use lentes no ve. Nunca pudo leer partituras “porque no hay en braille”. Sin embargo, trata “de ser una igual a todos”. Y parece lograrlo. Desarrolló una técnica para memorizar lo que debe cantar. Le tocan la melodía en el piano, graba su parte y ensaya hasta incorporarla, porque hay algo de lo que Libertad está segura: “No voy a dejar de ser una más por ser ciega”.
Ella está convencida de que, para lograr lo que se quiere, “hay que luchar” porque aunque haga chistes en las clases de canto, en el coro o en la calle caminando con su madre, a Libertad hay algo que le endurece los músculos de la cara y que logra apagar por 10 segundos la luz que emite su simpatía. “Lamentablemente hay gente que no le tiene paciencia a los ciegos”. Algo que le entristece pero que no le ha impedido seguir su vocación y derrumbar los prejuicios que generan discriminación. “La ópera me atrapó, yo necesitaba algo que me ayudara a explotar mi talento y a expresar mis sentimientos, que no es nada fácil”. “Estoy logrando cosas que en mi vida pensé que iba a conseguir nunca”, cuenta haciendo referencia a lo que ha mejorado con su profesora de técnica vocal en la Escuela Nacional de Arte Lírico, Rita Contino. Ella le da paz. Gracias a sus enseñanzas cuando esta joven canta transmite lo que con palabras no puede. Es libre.
Igual que Julio Bazzano cuando cuenta cuentos. Narrar le permite manifestar lo que tiene en el alma. Es una actividad que “te enriquece espiritualmente y te perfecciona”. Significa “un acercamiento al prójimo a través de la palabra”, afirma este hombre de cincuenta años, que tiene baja visión, que ha incursionado en el teatro y que asegura que hoy se dedica a la narrativa oral porque le encanta.
La visión de Julio es limitada, lo que le justifica haber estudiado en un liceo para ciegos. Para él “es común leer y escribir en braille”. Y cuando los cuentos que quiere son inaccesibles, los baja de internet y en la Unión Nacional de Ciegos se los imprimen para que pueda leerlos.
Al igual que Libertad, este fanático de Mario Benedetti y Eduardo Galeano hace chistes en cualquier lugar, en la clase de narración oral o en un encuentro casual. Y afirma que la gente se cree que todos los ciegos e individuos con baja visión son buenos sin darse cuenta de que son personas.

miércoles, 29 de junio de 2011

Un canto de Libertad




“¿Conocés a Libertad? Es un ángel”, afirma un compañero del coro Guarda e Passa, que recuerda cuando fueron a cantar a la Iglesia San Pancracio y ella pidió para interpretar el “Ave María” “porque tenía algo pendiente”. Los “hizo llorar a todos”. Tanto, que después les costó empezar.
A Libertad Navarro de 32 años también le costó empezar a cantar. Y mucho. Puede que sea por la discriminación, que según su madre le ha dificultado el camino y que existe como una barrera en la sociedad que tranca el paso de los –en apariencia- más débiles. O porque los prejuicios convencieron a diferentes personas del ámbito artístico de que la ceguera impide ser un buen cantante. Una teoría, además de incoherente, falseada por gigantes como Stevie Wonder, Ray Charles y esta mujer, que está hace dos años en el Guarda e Passa, el coro más antiguo de Uruguay. Y que desde 2010 es una de las dos solistas del grupo. “La Tona”, como se conoce a la directora de la legendaria institución, que cumple 94 años, asegura que Libertad está “regio” en la coral y que es una luchadora con una voz espectacular.
Pero además de tener un don natural innegable, esta morocha con pelo pesado y brillante hasta los hombros, que hace chistes cuando puede, se ríe de los de sus compañeros en los ensayos y que dice que el bastón es su vehículo, es perseverante. Una cualidad que le ha permitido recuperar la voz cuando estuvo a punto de perderla.
En 2002 Libertad empezó a estudiar técnica vocal en la Escuela Nacional de Arte Lírico. Ha tenido tres profesoras desde entonces. No prefiere a ninguna porque de todas, trata “de sacar lo positivo” y de no hacer “comparaciones odiosas” porque hay “que saber reconocer lo bueno de cada uno”.
Aunque Libertad está terminando el liceo, las actividades artísticas dominan su agenda. Estudia técnica vocal los lunes y viernes a las 18, va al coro de la escuela los martes a las 19, aprende solfeo los miércoles a las 15:30 y los sábados ensaya de 15 a 18 con el Guarda e Passa. Las horas de canto se extienden e invaden su tiempo libre. También hace yoga, una actividad que le permite ejercitarse pero que, sobre todo, implica “un despegue de la mente del mundo exterior”, un efecto que considera que “está bueno para los cantantes”.
“Por suerte cuento con el apoyo constante de mi familia”, afirma Libertad, quien vive con sus padres y su hermano que tiene novia. Sus hermanas están casadas y una está embarazada. Ella todavía no tiene novio pero bromea que de vez en cuando una mujer necesita a un hombre. Va a necesitar a alguien que le guste la música: la soprano lírica llegó a cantar de 6 a 9 horas en su casa hasta que al principio de 2007 tuvo “un problema vocal muy grande”. Se corrige: fue “un problema emocional muy grande y casi me quedo sin cuerdas vocales”. La sonrisa que se mantenía mientras hablaba de su máximo placer se borra. Los ojos parecen humedecerse. Prosigue.
Tres años de foniatra e innumerables repeticiones de ejercicios la salvaron de perder la posibilidad de “expresar lo que con palabras no” puede. Su voz empezó a mejorar. Ahora debe vocalizar una hora o una hora y media antes de cantar. Y “si Dios quiere y si todo sale bien” se recibe a fin de año en la escuela. Va a tener un título de cantante lírica, igual que sus compañeros.
Sin embargo, el trayecto que debió atravesar Libertad no fue el mismo que el del resto de los alumnos. Nunca pudo leer partituras “porque no hay en braille”. “No tenemos material de estudio ni de música”, pero aunque se nota que esto le molesta, no se queja: “Trato de ser una igual a todos”. Por eso, le tocan la melodía que tiene que cantar en el piano, graba su parte y ensaya hasta que la memoriza. En cuanto al coro, afirma: “No voy a dejar de ser una más por ser ciega: me integran y me siento integrada”.
“Hay que luchar”, sostiene Libertad en una frase monótona y determinante, que justifica todo lo que ha logrado. Ella sabe que “lamentablemente hay gente que no le tiene paciencia a los ciegos”. Sin embargo, esto no le ha impedido hacer lo que quiso, seguir su vocación y superarse hasta sorprenderse de su éxito. “Estoy logrando cosas que en mi vida pensé que iba a conseguir nunca”, cuenta haciendo referencia a lo que ha mejorado con su profesora de técnica vocal, Rita Contino, abriendo los ojos, que se ven detrás unas lentes amorronadas. Ella le da paz. Quizá sea porque le ayuda a expresarse del modo que más la reconforta o porque la ha hecho mejorar en su canto, que le permite manifestar “alegría, enojo, tristeza y amor”.
Cantar fue un deseo que Libertad tuvo desde chiquita y que la acompañó durante toda su vida. Hoy se hace realidad. Pero no siempre estuvo interesada en el mismo género. “Escuchaba un tipo de música que no tiene nada que ver con la ópera”. Destaca a Madonna, Celine Dion, Michael Jackson, que distan de los tres tenores, que le acercaron al estilo que más disfrutaría. Luego escuchó a María Callas y lloró de un modo que le sigue pareciendo inexplicable. Se convirtió en su “buen referente”. “Yo necesitaba algo que me ayudara a explotar el talento, que gracias a Dios tengo, y a expresar un sentimiento que no es nada fácil”.
Libertad ha saltado varias vallas y sigue en carrera. Ha participado en conciertos en sitios como el Palacio Taranco y la Iglesia San Pancrasio. Y su voz aguda y sin titubeos conmueve a expertos y a aficionados. A instantes de cantar sola en el 90 aniversario de la Asociación Cristiana Femenina, cuenta que cree “mucho en la Virgen de Fátima y en Dios: Diosito me está dando muchas cosas”. Está nerviosa. Le cuesta contener la ansiedad: quiere cantar antes de que un grupo de mujeres baile. Habla con la organizadora. Logra su objetivo. Canta el “Ave María”. Los ancianos, que llenan las mesas rectangulares puestas en el gimnasio para el festejo, se emocionan. Las paredes están despintadas, hay una torta debajo de un cartel colorido que anuncia el motivo de la celebración. El espacio es grande, pero a Libertad le queda chico. Los espectadores, cuyos cuerpos se lo permiten, se paran y aplauden. Tienen lágrimas en los ojos. Y más fuerza para volver a empezar.


El público conmovido por el canto de Libertad


Aplausos y emoción de los espectadores y la cantante

miércoles, 22 de junio de 2011

Realismo mágico

Javier D’Ambrosio podría definir la palabra ecléctico: en él se funden la espiritualidad y el arte para dar vida a un lenguaje propio que revela su esencia



Javier D’Ambrosio tiene 18 años y no es consciente de que está a punto de tener un infarto isquémico cerebral derecho. Tampoco sabe que este episodio será el más importante de su vida ni que, tras sobrevivir, creará un lenguaje propio que lo identificará y definirá como artista, pero que sobre todo revelará su personalidad. “Como persona soy el reflejo de lo que hago y lo que hago tiene el reflejo de lo que soy, así que, a esta altura, ya no sé qué es qué”, dice 26 años después el plástico uruguayo que aprendió con este golpe que “no hay que hacer nada que a uno no le guste ni que a uno le haga sentir mal”. Desde entonces, ha vivido en sitios tan distantes como Flandes, Punta Ballena –a donde volvió y reside en la actualidad-, Nelson Bay (Australia) y Los Angeles. Todos estos lugares comparten algo: la cercanía del mar.

Desde hace 25 o 30 años que este hombre, que combina una camisa Polo celeste con una remera de algodón, un collar largo con un dije rústico con plumas y que usa el pelo hasta el trapecio, intenta vivir cerca del mar. “El mejor supermercado” para encontrar los huesos de animales que usa en sus obras. El recinto de turno es una casa de piedra inserta en un terreno tranquilo de chacras en Punta Ballena donde las estrellas tapan el cielo y los pájaros visitan la terraza. Los árboles verdes y el pasto, de alturas desparejas, al igual que las elevaciones sobre las que se erigen las casas, crean un ambiente en el que la naturaleza manda y convive con una construcción que se adecua a ella: la respeta. Hasta se adapta a los desniveles del piso. Pero esto no es casualidad. Responde a la voluntad de un ser que descubrió cómo estar en contacto con la tierra que habita gracias a sus “grandes amigos chamanes” del Amazonas. Ellos le enseñaron algunas prácticas que realizan cuando tienen una “buena aproximación” hacia personas de afuera para poder estar y respirar bien. Lo que le permite afirmar que “cuando estás en contacto con el lugar donde estás parado las cosas ruedan un poco mejor”.

La naturaleza influye en la vida de este individuo, que trata a los amigos de sus amigos como amigos, desde que se levanta, a las seis de la mañana porque no corre las cortinas de su cuarto, hasta que se “guarda”, alrededor de las seis de la tarde cuando termina las actividades del día. Desayuna, pinta, le da de comer a los perros, que lo acompañan un rato en el taller, sale a hacer mandados o a buscar los materiales para sus obras, duerme la siesta –fundamental para evitar el mal humor- y sigue creando hasta el atardecer. Pero aunque este sea el estereotipo de una jornada de su vida, no hay nada rutinario en ella. “De repente me levanto a la noche a retocar alguna cosa, algún esmalte después de que secó”, comenta al destacar la ventaja de poder hacerlo a cualquier hora. A veces no tiene ganas de nada. Y cuando le pasa eso le hace caso a su voluntad: “es un privilegio”, sostiene.
Pero lo cierto es que él pinta para deleitarse y rodearse de sus obras. Un hecho que se evidencia incluso antes de ingresar en su casa. Desde afuera se ven palos con cintas de colores brillantes y hasta un cuadro bordó con símbolos negros en una pared externa. En el interior, las pinturas–solo de su autoría- llenan los muros y los diversos objetos que crea, como una lámpara con huesos, decoran cada rincón de su morada. Lo que prueba que para él “decorar forma parte de vivir”. Mezclar elementos como el terciopelo, el cuero, la piel, telas estampadas floreadas y huesos con cintas radiantes le permite a este artista generar una atmósfera acogedora que sorprende al visitante que desconoce su estilo y que lo conmueve al exceder lo predecible. Porque D’Ambrosio engendra un ambiente encantado que solo se puede describir con una palabra: mágico.


El ambiente mágico del hogar de D’Ambrosio

Puede que esto se deba a la comodidad que siente en su lugar y que le transmite a sus invitados y hasta a los colados, quienes son tratados con la misma amabilidad con la que se dirige a sus amigos. O tal vez por el hecho de que si crea algo que no le gusta lo destruye. Y si después de realizar una obra alguien quiere comprarla la vende. Pero quien determina la existencia de la producción es él.
Javier D’Ambrosio se acercó al arte a los 5 años cuando le regalaban cosas para pintar para que no molestara pues según afirma “era bastante inaguantable de chico”. Pero su carrera profesional empezó después de aquel acontecimiento que le permitió aprender, a los 18 años, que hay gente oportunista y que debe hacer lo que quiera en la vida. Entró en el taller de Clever Lara y comenzó un recorrido en el que circularon la escultura, la pintura y la instalación. “Fui yendo por distintos caminos. Empecé haciendo cajas con texturas, y después seguí haciendo instalaciones y luego recién empecé a pintar de forma masiva. Hoy hago de todo un poco, un poco de cada una de esas cosas”, sostiene al analizar su trayectoria.
A diferencia del pasado, en la actualidad no tiene referentes. Pero esto no le impide que le fascine el arte uruguayo que presenta “un abanico de artistas que van de todas las gamas, a todos los estilos, a todas las formas”. De hecho, cree que es “uno de los países latinos con más fuerza” en el plano artístico.
Sin embargo, su arte se diferencia del resto de las producciones nacionales. Lo define como “primitivo abstracto” y como “el punto de contacto de todas las civilizaciones primitivas. Es un lenguaje propio que tiene como fundamento el punto de contacto de” todas ellas y los elementos que utilizan para expresarse en forma artística. Con esa inspiración, creó una línea personal “porque es totalmente ridículo tratar de copiar alguna”. Tomó elementos, pigmentos, colores, formas y técnicas de algunas de estas culturas y las mezcló para realizar sus obras.
El contacto con estas fuentes que nutrieron su trabajo y espíritu se dio a través de la religión ifá, de la que forma parte. Conoció culturas de la zona de Benin, del Golfo de Guinea, se adueñó de sus elementos y los trasladó a su vida. La utilización de componentes naturales en las pinturas, como las nogalinas de árboles, que se usan para pintar cuerpos en rituales en África o en Amazonas, le permite establecer un vínculo entre su religiosidad y su arte.
Este hombre con una mirada profunda que revela su compromiso con lo que cuenta, de aspecto juvenil, que puede mantener conversaciones profundas con intelectuales y superficiales con frívolos, afirma que su religión es, ante todo, muy libre al promover el respeto y el amor por los ancestros y por los que a uno lo rodean. Un punto que considera básico de todas las religiones. Pero destaca que la suya se toca con todas y es universalista. “No especula ni con el pecado, ni con la culpa ni con ese tipo de cosas, que son las que utilizan las otras para poder controlar a las masas”, afirma en un tono suave sin titubear este artista que demuestra que es verdad lo que dice: tiene una lengua filosa.
A pesar de que haga declaraciones controversiales, lo que no le puede faltar en su vida es la tranquilidad. Quizás sea por eso que rechaza la culpa. Un sentimiento que le es ajeno y que le ha permitido hacer siempre lo que le “dio la gana”: ha vivido donde ha querido, ha dormido con quien ha querido, ha comido lo que ha querido y lo que ha podido. “El problema va a ser cuando no pueda lo seguir haciendo”. Por ahora, no se puede quejar.


Vista desde la casa del artista.

Las dos primeras fotos fueron tomadas del perfil de facebook del artista.

domingo, 12 de junio de 2011

Poder disfrutar de lo cotidiano

En el audio slideshow de la Residencia LAR se puede ver que se trata de un lugar especialmente diseñado para satisfacer las necesidades de los adultos mayores. Cada detalle está concebido para ayudar a los residentes y motivarlos a disfrutar de la vida cotidiana.

miércoles, 8 de junio de 2011

Derribar prejuicios

Tengo prejuicios. Miro la realidad a través de un marco diseñado por conceptos predefinidos. Soy presa de mis ideas, aunque intente evitarlo.
He llegado a este descubrimiento en los últimos años. Al principio me costó enfrentarlo porque consideré que era terrible. Odio los prejuicios. Pero identifiqué un aspecto positivo en esta situación: la posibilidad de derribarlos. Una experiencia increíble que supone el reconocimiento del error y el aprendizaje de una lección que nos recuerda que nos equivocamos, aun cuando estamos convencidos de que acertamos.
Me encanta derribar prejuicios. Si bien puede costar, una vez que se le agarra el gustito, se convierte en una actividad regocijante y hasta conmovedora. Es verdad, hacerlo en público puede ser difícil e incluso vergonzoso pero, con la práctica, el placer de acercarse un poco más a la verdad prima sobre la pedantería. Se trata de derrumbar una estructura vieja y oxidada para construir una nueva, fuerte y estable.
Persepolis fue el último encargado de derribar mi prejuicio. El comic, o como le dicen en los ambientes novela gráfica, de Marjane Satrapi. Cegada por la soberbia y la ignorancia, pensé que los dibujos de este libro serían accesorios, evitables, que no aportarían demasiado a la historia. Pero sucedió lo contrario. Comprendí de un modo cabal el significado de la palabra sinergia.
Entre las imágenes y el texto de esta obra hay una relación estrecha, una complementariedad que transmite, con una lucidez sorprendente, la experiencia de la autora. Las expresiones en las caras de los protagonistas, la gestualidad, los vínculos que unen a los personajes y las situaciones en las que se encuentran acercan al lector a una realidad lejana.
A Satrapi también le gusta derribar prejuicios. En este libro lo hace. Cumple su objetivo al mostrar que Irán es mucho más que el extremismo encarnado por Mahmud Ahmadineyad. Un asunto que deberíamos recordar para ser justos con la realidad. Una fuente de esperanza para el futuro.

miércoles, 1 de junio de 2011

Lo normal es estar loco

¿Estamos todos locos? Parecería que cuando nos acercamos a las personas y descubrimos sus particularidades identificamos rarezas que nos convencen de que algo en la cabeza de esa gente anda mal. Pero, ¿cómo saber quién es el cuerdo del asunto? Esta es una incógnita que creo que nadie podrá resolver. O tal vez sí. Ojalá que sí.
Dicen que los sicólogos y los siquiatras se enloquecen de tanto oír los problemas de sus pacientes. Si ellos pierden el criterio, ¿quién puede determinar la “normalidad” de la mente de una persona? Pensándolo bien, ¿qué significa ser normal? ¿Quién lo define y por qué? Estoy convencida de que este concepto no existe. La experiencia prueba la veracidad de mi teoría: vistos de cerca, todos estamos locos.
La gente colecciona obsesiones de cualquier tipo. Desde lavarse las manos 500 veces al día -aunque se les seque la piel y se les corte- hasta saltearse las líneas de las baldosas en la calle. Incluso corriendo el riesgo de caer en el intento. El empeño manda y a él respondemos. Llegamos al punto de pretender modificar nuestro entorno, a veces con éxito, con el fin de realizar lo propuesto. Las manías pueden alcanzar extremos inimaginables para quienes no las tienen, aunque parecen evidentes e incluso razonables para los que las ostentan.
Quien repite un acto con periodicidad y convencimiento suele no entender por qué los demás subestiman la causa. Menos comprensible les resulta que se burlen de la trascendencia de aquello que significa una parte fundamental de sus vidas. Pero aunque algunas cuestiones sean relativas, y adquieran valor en función de las percepciones de cada uno, otras son indiscutibles.
La esencia de los hechos es incuestionable porque los configura. Sin embargo, los acontecimientos también se definen por lo que valen para la gente que los juzga. Por eso, una situación casual puede tener un significado trascendente para una determinada persona y resultar irrelevante para otra. A veces, los sentimientos son los marcos con los que leemos lo que acontece y entonces todo empieza a relativizarse. Al menos, en el interior de cada uno donde todo es normal. O parece serlo.

martes, 31 de mayo de 2011

El poder de la edición



La edición de esta foto hace que luzca más parecida a la realidad. Bajar la temperatura de la imagen permite que la piel parezca menos amarilla y se aclare, adquiriendo un tono natural.

Creer en la verdad

Un símbolo del catolicismo en Montevideo

Un homenaje y testimonio de la religiosidad

Ortodoxos circulando por las calles de la ciudad

Entrada de la iglesia ortodoxa griega

Interior de la iglesia católica armenia de El Prado

Conociendo elementos típicos de los católicos armenios como la corona de casamiento

Rezo de judíos religiosos

El rabino reza con sus tefilin puestos

Aunque desde 1919 Uruguay dejó de ser un país católico para convertirse en laico, gran parte de su gente se identifica con una religión. De hecho, el 80% de los montevideanos cree en Dios, según una investigación del sociólogo Néstor Da Costa del año 2003. Si bien este estudio también concluye que los uruguayos son poco practicantes, hay quienes logran vivir en Montevideo manteniendo sus costumbres y creencias intactas.
Diversos elementos manifiestan la religiosidad que existe en la ciudad: más aun quienes practican su credo. Este fotorreportaje se concentra en personajes católicos, ortodoxos y judíos que mantienen su fe en un país laico. En estos días, pude presenciar un rezo con el rabino Shemtov, unas cuadras con cuatro ortodoxos tímidos a quienes no les gustaban las fotos y conversaciones con católicos armenios. También visité sus templos.
Rezar desde temprano, estudiar y vestir trajes sobrios son solo algunas de las pautas que determinan sus vidas, dándoles el sentido que ellos consideran verdadero.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Un concepto difícil de definir

Cuadros, esculturas, textos, danzas, partituras y grafitis tienen algo en común: son manifestaciones artísticas. O al menos pueden ser concebidas como tales. Lo difícil es desentrañar qué es lo que las une.
A lo largo de la historia, los intelectuales más prestigiosos han intentado definir el arte. Y, sin embargo, el desafío sigue en pie. De hecho, se complica en una época en la que los museos aceptan cuadrados monocromáticos, bloques de hierro y hasta a una persona como parte de sus exposiciones. El relativismo ha llegado a este ámbito: acercarse a la verdadera naturaleza del arte se impone.
Aunque esta noción se ha relacionado con lo bello, eso es insuficiente. Francis Bacon lo demuestra con cualquiera de sus obras que reflejan –con una crudeza conmovedora- sus obsesiones, traumas y sufrimiento más profundos.
Para Kant, el arte era el objeto de satisfacción desinteresada, a diferencia de lo artesanal, vinculado al trabajo. En este sentido Teófilo Gautier decía que lo bello es lo que no sirve para nada pues todo lo que es útil es feo. Aquí hay un avance. Sin embargo, existe la literatura comprometida, que según esta visión perdería su calidad artística. Sería otra cosa. Un argumento aplicable en los casos en los que se producen panfletos, pero una tesis que los imponentes Albert Camus, Jean Paul Sartre y Eugène Ionesco derriban con su trayectoria.
El arte puede abarcar los aspectos más diversos. Hoy se habla de arte callejero y se hace referencia a los grafitis que “decoran” los muros de las ciudades. En la película Exit Through the Gift Shop el grafitero Banksy denuncia con una ironía simpática el éxito del arte comercial.
Muchos critican el sistema vigente y ven este ámbito como un mero negocio. Pero reducirlo a esto sería un error. La permanencia de las obras y la trascendencia de los artistas, resistiendo el paso de los años, demostrarán, como lo han hecho hasta hora, que el arte existe. Y se define por sí mismo.

martes, 24 de mayo de 2011

Placeres cotidianos de un boliviano en Montevideo



















“Siempre me preguntan de dónde soy”, afirma Miguel Villa-Gómez, un boliviano de 26 años que se instaló en Montevideo en marzo de 2010 y que está haciendo su posgrado en Gastroenterología. Este rubio de ojos celestes asegura que algunos no le creen cuando les cuenta su procedencia. Según él, esto se da porque piensan que todos sus compatriotas “son morenitos y chiquitos pero no se dan cuenta de que el mundo es más abierto de lo que se ve por la tele” y que “tiene más cosas que las que uno se imagina desde afuera”. Otros le dicen que su acento -con erres pronunciadas como en inglés- no es el típico de Bolivia. Pero, a pesar de las sospechas que giran alrededor de este médico que excede los estereotipos, la gente lo trata “muy bien” en Uruguay. De hecho, “Migue”, como le dicen quienes lo conocen, sostiene que en los amigos encontró a su familia local. Es fanático del dulce de leche, que lo deleita en cualquiera de sus formas. Incluso a cucharadas y hasta directo del tarro.
Lo que más le gusta de la ciudad donde vivirá por dos años más es algo “que no se tiene en ningún otro lado del mundo”: la Rambla. Disfruta de ese lugar, de sus puestas de sol, de ver a la gente haciendo deporte y del ambiente único que se crea ahí. Por eso, aprovecha y sale a correr en este sitio. Una actividad que realiza tres veces por semana, sin importar que haga frío o calor. Con una disciplina envidiable, parte del centro de Montevideo hasta Avenida Brasil. Así es como entrena y contempla el paisaje que tanto le atrae. Con una atmósfera que nunca ha visto ni sentido en otro lado.

miércoles, 18 de mayo de 2011

El poder del lenguaje

Hoy en día hay cosas de las que no se puede hablar. En estos tiempos, más que nunca, la fantasía de la posmodernidad pretende negar un hecho: la existencia de tabúes. Y muchos parecen convencidos de que este postulado es cierto e incuestionable.
Es verdad, me van a decir que no hace tanto, o más bien que hace poco tiempo, era impensable hablar de sexo, drogas y rock’n roll. No se apuren. Es evidente que la sociedad occidental ha avanzado en incontables aspectos. Sin embargo, en la actualidad somos esclavos de lo “políticamente correcto”.
Decir las cosas como son equivale a herir sensibilidades. Y nos vemos envueltos en líos que pueden o no tener sentido real con tal de no meter la pata. Así es como hay circunstancias en las que debemos pensar varias veces y discutir con nuestro otro yo para elaborar el enunciado que transmita lo que queremos pero que no se preste a malentendidos. La pauta es cuidarse la espalda e intentar convivir en paz, sin decir lo que uno piensa o usando eufemismos que nos dejen bien parados. En ocasiones optamos por no tocar algunos temas: preferimos hablar de tópicos superfluos en lugar de reflexionar acerca de cuestiones que puedan hacernos dudar, o cuestionar lo que sabemos que pensamos.
¿Qué se esconde detrás del intento de enmascarar la realidad, o de entibiarla con eufemismos? El miedo puede ser una respuesta que explique por qué es mejor decir no vidente que ciego o “de color” en vez de negro. Este último ejemplo es particularmente desagradable. ¿Cuál es la verdadera diferencia entre ambos términos? Atenuar lo que es. Pero, ¿cuál es el motivo para hacerlo? En este caso: el racismo. Si se supone que “de color” es mejor que negro, entonces asumimos que negro es peor que lo anterior. Lo que muestra la discriminación, aun latente en la sociedad.
Es lamentable que siga habiendo personas que discriminan y prejuzgan. O tendría que decir, que es una lástima que haya individuos que piensan diferente. ¿Eso sería políticamente correcto?
La historia ha demostrado que buscar chivos expiatorios en las sociedades conduce a finales terribles. Pero parecería que hay quienes ignoran estos hechos. Y siguen adelante con su vida, disfrutando de la “banalidad del mal”, quejándose por los “planchas” o por los bolitas, negros o inmigrantes de mierda que causan todos los males.
El lenguaje es poderoso: crea realidades, pero también puede destruirlas. Un llamado de atención se impone. Hay que estar alerta. Siempre.

martes, 17 de mayo de 2011

El arte y los afectos: motivos de la existencia

El arte siempre estuvo presente en la vida de Linda Kohen. Afirma que aparte de los afectos, esto es lo que justifica su existencia, lo que le permite seguir adelante y expresar sus sentimientos. Es que cuando esta dama, que tiene la voz ronca y un acento italiano que revela su país de origen, pinta siente que vale la pena vivir.
La pequeña Linda Olivetti dejó Milán en 1939 huyendo con su familia de las leyes antisemitas. Pero su destino le depararía una mejor suerte en Uruguay donde se casó con Rafael Kohen, estudió en el taller Torres García, tuvo el primer programa de moda de la televisión y formó una familia. Su trabajo la hizo convertirse en la gran figura femenina del arte plástico uruguayo, según Ignacio Iturria y Pablo Atchugarry. Y uno de sus cuadros llegó a convivir con uno de Picasso en la misma sala de un museo en San Pablo.
Linda está convencida de que todos nos creemos más lindos de lo que somos, lo que explica que no le gusten la mayoría de las fotos que le sacan. Sin embargo, es coqueta: los trajes y accesorios que usa a cualquier hora del día lo demuestran. Ella se sorprende porque la gente le dice que encuentra paz en sus cuadros ya que se considera una persona atormentada. Y sufre un síntoma que sostiene que es muy común entre los que escaparon del holocausto: la culpa. Pero ocurre que quienes la conocen coinciden en que es esa paz la que define a esta dulce mujer y a su obra.









miércoles, 11 de mayo de 2011

El placer de quebrar las reglas

He descubierto que en Uruguay las reglas están para romperse. Pero como funciona en la escritura, hay que conocer las normas para poder hacer lo que a uno le dé la gana con ellas. Como un abogado con las leyes, un músico con sus partituras y un gordo con su dieta. Viajar a Londres, una ciudad donde las pautas exigen su cumplimiento, me permitió reafirmar esta tesis latente en mi espíritu durante años, incluso sin que me diera cuenta.
Si en el mundo desarrollado no se estaciona en doble fila, cabe pensar que en nuestro país sea de lo más normal. Igual que subir al ómnibus y recibir el ataque de las insoportables ondas sonoras de la radio que tendría que estar apagada. El chofer mantiene charlas acaloradas con el guarda, quien se encarga de recordarle a algunos, no solo adolescentes sino también adultos, que le tienen que dejar el asiento a los ancianos. Y nada de esto sorprende. Como tampoco tendría que asombrarle al conductor montevideano, sentir la necesidad de tomar unas clases de manejo defensivo para sobrepasar la amenaza de estas cafeteras gigantes que se deleitan encerrando a los autos. En el país del asado casi más grande del mundo la gente entra por la puerta de salida y cómo llama la atención encontrarse con un gentleman que espere a que uno salga para ingresar en un lugar. Una especie en extinción.
A ningún mozo o empleado de una boutique se le ocurre levantar la mirada cuando le pedís algo. Mucho menos salir del restaurante o de la tienda y mostrarte el camino que tenés que seguir si sos un turista perdido por las calles de Montevideo. Eso no existe en estos pagos. Pero en Londres sí. Quién sabe por qué extraña razón, a los ingleses les divierte perder el tiempo ayudando a los extranjeros que copan su capital. Debe ser por el mismo motivo por el que cuando vos les pegás sin querer –o queriendo- te dicen “sorry” con un tono ingenuo y compungido. En fin, tendré que dedicarle tiempo a resolver esta incógnita. Volviendo a mi país, para evitar ser tan dura con él, me propongo reconocer sus ventajas. En definitiva por algo vivimos así. Y me integro ya que hay cuestiones que explican por qué todavía no me fugué.
El placer de quebrar las reglas es la respuesta. De que la gente vote una ley y el Parlamento contradiga la voluntad popular. De que no se pueda fumar en espacios públicos y que nuestros senadores se den el lujo de hacerlo en el palacio de las leyes. De comprarse un Evolution de Bic, y doblarlo hasta partirlo en dos. De comer dulce de leche hasta empalagarse, en esto los europeos son más vivos porque optan por la nutella o el chocolate amargo, que no es tan dulce. Pero sobre todo esto, se erige el encanto de tomar mate. Siempre. Aunque esté prohibido. ¿Cómo que “aunque”? Si está prohibido mejor. La adrenalina de desafiar el equilibrio y las leyes de gravedad cebando en la carretera es una sensación única, que ningún extranjero podrá imaginar en sus mejores sueños. Qué montaña rusa ni rascacielos. ¡Esto es emoción! Y lo mejor de todo es que cualquier lugar se presta para ese ritual colectivo que extasía del primer al último uruguayo –verdadero- y que algunos ignorantes confunden con una reunión de drogadictos. En la universidad, en el auto, en el shopping o en el médico, no hay norma que valga y que ose impedir semejante expresión de la identidad nacional. Por lo menos conocemos las reglas. O al menos déjenme creer que las conocemos.

Columna inspirada en Historias de un gran país de Bill Bryson.

martes, 10 de mayo de 2011

Selección de imágenes

Fotos tomadas por mí













Elegí estas fotos porque me parece que en todas se logra expresar lo que se sentía en ese lugar y en ese momento.
La imagen de las tres personas tranquilas en La Rambla disfrutando de estar juntos al sol genera una atmósfera de calma. Y la mujer mirando a la cámara crea una complicidad con el "espectador", una empatía con este personaje alegre, al igual que una sensación de tranquilidad, característica de este sitio.
Los pájaros en la puesta de sol revelan la belleza del paisaje y se nota cómo en Montevideo convive la naturaleza y los edificios.
La fotografía de las flores, la reja y el cartel que prohíbe el paso me parece atractiva por el contraste entre las rejas verdes, el cartel y el colorido alegre de las flores.
Las rosas en los tachos de pintura y la sombrilla quebrada emiten una idea de decandencia que considero interesante. Se destacan los colores brillantes de lo natural y de lo artificial.

Fotos de prensa nacional (ElObservador.com.uy)





La primera foto que tomé de ElObservador.com.uy transmite el clima de tensión que genera el clásico. Se puede ver a los policías con el estadio de fondo, lo que denota incertidumbre por lo que pueda suceder en el partido.
La imagen en la que se ve a los dirigentes de Nacional y de Peñarol mirando para arriba hacia el mismo lado, puede expresar que quieren trabajar juntos pues están reunidos por la iniciativa "Cero falta".

Fotos de la prensa internacional


Foto de National Geographic


Foto de El País

Me gustan estas dos fotografías porque transmiten sentimientos opuestos: alegría, diversión y sufrimiento.
La luz, y la postura del chico que está jugando en la fuente de Tel Aviv expresa el disfrute de la vida, mientras que la imagen del funeral en conflictos en Egipto revela un dolor inmenso. Esto se potencia por la cantidad de gente que hay en el lugar, pero también por las caras de las personas que están en el primer plano.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Soluciones para una vida difícil

Las dificultades agobian al hombre desde su nacimiento. Incuso desde antes: que cesárea o parto natural, que el cuarto celeste o rosa, que circuncisión o agujeritos en las orejas. La tragedia de la vida. Basta aparecer en el mundo para enfrentarse a los problemas, inconvenientes, complicaciones y hoy se suma el ya trillado stress.
Nada de llantos. A aceptar la realidad se ha dicho. Ánimo: estamos todos en la misma. Esa es una buena manera de sentirse menos infeliz pero más mediocre. Y aquí comienza una enumeración de formas de enfrentar las presiones que dificultan nuestra existencia.
La rebelión es una actitud gloriosa. Constituye un legado de nuestros ancestros tan preciado como demodé. Es una herencia de quienes combatían en defensa de sus ideales cuando no estaban de acuerdo con lo establecido. Unos lunáticos que no tendrían lo que hacer para andar quejándose y luchando tanto. Una respuesta mucho más adecuada a los tiempos hipermodernos sería crear un grupo de Facebook con un título que declarara nuestro seudoinconformismo, publicar tweets cuestionadores, hacer un blog llamado “Espíritu crítico” –en honor al insaciable y a la vez sorprendentemente pasivo afán de protestar- o cuanto mucho, formar una tribu urbana con dos vecinos que ni estudian ni trabajan. Esa es buena. Seguro reunís varios más.
Pero no nos desconcentremos, estamos buscando las claves para afrontar los obstáculos que nos hacen miserables. Concentración. Rima con organización. Eso es lo que hay que hacer: desarrollar un plan, un proyecto que guíe nuestras acciones en caso de sufrimiento o pánico. Hay que estar preparado para cualquier cosa. Esto supone un entrenamiento exhaustivo compuesto por diversas clases, charlas, eventos sociales, desfiles y tés en La Conaprole de Pocitos.
Otra manera de pelear contra las complejidades es pedir ayuda. No apta para orgullosos ni creídos. Ya se sea pagando millones o no, conversar con alguien puede resultar un verdadero auxilio en momentos arduos o penosos. Eso sí, no se compenetren con el asunto porque escuchar a un depresivo a veces aburre y cansa. Además, en una hora se te acaba el tiempo así que apurate, hacéte una lista.
Las listas son maravillosas. Permiten al ser humano tomar conciencia de todo lo que debe hacer. Pero la parte buena viene después, una vez realizada la tarea. El placer de tachar con fuerza, clavando la punta de la lapicera hasta agujerear la hoja, o de pintar con un flúor que se corre los elementos allí expuestos es incomparable. Una sensación única que les recomiendo a todos.
En la era virtual, de las dietas, de los antidepresivos y del photoshop, las ideas claras sí que traen problemas. Mejor borralas. Evitá el dolor. Y las dificultades ni las mires, ese es un modo de enfrentarlas, o de darse de frente contra ellas. Reiniciemos.

La cultura del no servicio

¿Quién dijo que el cliente siempre tiene la razón? Uruguay es el ejemplo de que, en realidad, pasa todo lo contrario. A las pruebas me remito.
Quien pretenda pagar un taxi o comprar golosinas en un quiosco sin cambio se convierte de inmediato en un enemigo público. ¿A qué cliente responsable se le ocurriría pagar 2 caramelos Zabala con $100? ¿Con 50? ¿Con 20? Una falta de respeto inédita. Y el que se anime a quejarse en un restaurante porque demoran en traer la comida ni te cuento. Ese sí que no entiende nada de la vida. Pero claro, siempre hay alguien que aumenta la apuesta y se cree el más vivo de todos. La situación se agrava cuando el muy desubicado osa considerar la posibilidad de solicitar que le cambien el plato porque está frío, o tiene un pelo –que seguro tiró él, aunque el elemento no coincida con su melena-. Ahí sí que se recibe de ridículo. ¿Qué se cree? ¿Qué le van a cambiar el plato que ya probó sin pagar porque es un histérico y dice que la comida no está caliente o porque le puso un pelo cuando se dio cuenta de que prefería haber pedido otra cosa? Un ingenuo que en Uruguay no logrará aprovecharse de los cocineros duplicándoles el trabajo. No señores, esa solo se la comen los yanquis.
Así aparece la clásica, inconfundible y picaresca viveza criolla. Aquella que nos ha caracterizado por como dos siglos. Y que acompaña a cada uruguayo durante toda su vida. Es como un sello, una marca de pertenencia que le indica al mundo de dónde venimos, qué queremos pero no a dónde vamos. Todo un orgullo que se revela en hechos cotidianos como la capacidad de exprimir todas las potencialidades del “refill” repitiendo los vasos de Coca Cola un promedio de 89,5 veces por persona y 15.539 los helados cuando viajamos a Estados Unidos. También nos ha permitido tener el record de consumidores (o servidores) de mayonesa y kétchup en tarritos de papel en McDonald’s. Un honor que obligó a la multinacional del payaso malévolo a eliminar este autoservicio y a reducir las raciones a pequeños sobres cerrados. No más de dos por persona. En realidad uno, pero como siempre piden más.
Así funciona. Si hay un billete falso siempre va a ser del nabo que fue a comprar algo. Si suena una alarma saliendo de una boutique de ropa es evidente que la culpa es del consumidor ansioso que apuró a la cajera y le hizo poner rápido la prenda en la bolsa sin sacarle el plástico que despierta ese sonido insoportablemente acusatorio al pasar por la puerta.
Acá somos los capos del no servicio al cliente. Una disciplina de exportación. Los funcionarios públicos, sobre todo los de la Intendencia de Montevideo, cuentan con el mayor don en esta materia. Se llevan todos los premios. Y con razón: les basta una mirada para transmitir incomodidad, desconcierto y miedo al ciudadano que se atreva a interrumpir su mateada. Y si los agarrás en el medio de un bizcocho, ¡mamita! Ahí sí que la quedaste. Te asegurás una excitante jornada viendo a los diferentes especímenes que tienen el valor de hacer trámites en este recinto -que inspiró obras tan brillantes como El proceso de Kafka- y bancándote la indiferencia de los que trabajan allí. Aquellos que se dedican a desayunar, merendar y planear de qué van a ser los bizcochos y si el mate va a ser dulce o amargo. Siempre es amargo.

miércoles, 27 de abril de 2011

Una lección

Eran las 5 de la tarde, la hora de mi merienda. En casa no había ni galletitas, ni queso. Fui a comprarlos al almacén de la esquina. Por las diez personas que llenaban el lugar, parecía que había elegido uno de los momentos más convulsionados del día para conseguir lo que necesitaba.
Saqué número en la fiambrería. “Queso magro Brassetti con sal por favor”, dije, queriendo que el detalle del cloruro de sodio fuera una redundancia. “No tengo, ¿puede ser sin sal?”. Maldita sea. Qué increíble. “Sí, puede ser”, respondí, molesta porque siempre se acaba el queso que quiero. Lo que todavía no entendí es por qué si se termina tan rápido, no les piden más a los proveedores. Un misterio.
Cuando fui a buscar las galletas me costó encontrarlas y sólo imaginarme que no estuvieran allí empeoró mi mal humor. Agarré el paquete y fui a la fila para pagar. Mientras estaba a punto de llegar a la caja, alguien me empujó, apoyándose en mi espalda. Fue brusco. Pensé que había sido sin querer. Pero, a los pocos segundos, volví a sentir la misma presión en el centro del trapecio. Me di vuelta de mala gana. “Hola, ¿cómo estás?”, me dijo un chico con Síndrome de Down, que tendría 16 años y una sonrisa que lograba mantener hasta cuando hablaba.
La fuerza del enojo que casi unía mis cejas desapareció como si una plancha hubiera aplanado la montañita que se postraba encima de mi nariz. “Muy bien, ¿y vos?”, le respondí. “Bien”, me dijo, y su sonrisa me mostró de nuevo los dientes y las encías mientras que ocultó los ojos que se achinaron y cayeron sobre los pómulos.
Cuando estoy contenta creo que la forma de enfrentar la vida depende de la voluntad. Sin embargo, esto cambia por completo en el instante en que algo me fastidia. La incapacidad de independizarme de ese sentimiento se vuelve evidente y contamina todas mis acciones y pensamientos. A veces, el tiempo me hace entrar en razón, en ocasiones la gente que me quiere se ocupa de ubicarme y otras tantas, la realidad es la que me abre los ojos.
Como aquella ocurrencia, que me permitió darme cuenta de lo ridícula y desagradecida que puedo llegar a ser. Ese día sonreí. Por tener un ejemplo enfrente que sin quererlo y con un saludo me había ayudado a apreciar lo que tengo. Y a darme cuenta de todo lo que puedo llegar a tener. Basta con reconocerlo.

La anulación de la conciencia

Mentir es iniciar una avalancha, con la seguridad de que puede aplastarte. Implica aceptar vivir bajo una amenaza permanente, la más peligrosa de todas: uno mismo, sabiendo que una sombra de culpa tapará el sol para siempre. Sin escapatoria, a excepción del arrepentimiento, que aunque no borra lo hecho, funciona como un buen analgésico para la conciencia.
Cuando un alud se desprende, se agranda a lo largo de la pendiente. Se nutre de ella. Así sucede con las mentiras: se multiplican. La inicial genera otras y el círculo vicioso puede extenderse hasta la eternidad.
“No hay nada peor que hacerse trampas al solitario”, dicen. Pero nadie parece reparar que es el fraude más terrible. Porque, después de todo, ¿a quién engañamos si no a nosotros mismos cuando mentimos? Negar la realidad o cambiarla en nuestro “favor” supone un no reconocimiento de nuestros dichos u actos. De nuestra autonomía entonces. Comunicamos lo que no somos. Y si querer ser lo que no se es resulta lamentable, ser lo que no se quiere es muchísimo más frustrante.
Decimos algo, que sabemos, que no coincide con la realidad con una premisa clara: silenciar esa voz interna que nos indica lo que de verdad pensamos que está bien. Anulamos la consciencia. Ideamos justificaciones poco convincentes pero que, en el entramado de inventos, parecen lógicas. Porque si de coherencia se trata, la autenticidad sería la respuesta.
Si como decía Jean Paul Sartre, “el hombre es la suma de sus actos”, intentar tergiversarlos equivale a cambiar nuestra historia. Eludirlos sería sacarnos vida: perder parte de lo que somos. Rechazar nuestra esencia. Pero no hace falta ser existencialista para darse cuenta de esto. Alcanza con vivir la angustia que genera el engaño. Sobre todo, cuando la voluntad de anularlo de la memoria se potencia tanto como para dominar nuestro cerebro. Sin remedio, más que la rectificación. O un anhelo imposible de volver el tiempo atrás. Y comenzar de nuevo, sin falsedades.


En base a: “Una mentira, madre es de cien hijas”

domingo, 17 de abril de 2011

Un desafío social

La inseguridad, el desempleo, la pobreza y la droga son los "flagelos" mortifican a nuestra sociedad. El descuido de los ancianos es otro. Lo que tendría que ser un motivo de orgullo -tener una esperanza de vida alta- se convierte en un problema en un contexto en el que la natalidad es baja. Los adultos mayores son discriminados. Y sus condiciones de vida llegan a dar miedo y verguenza. Clickeá acá para saber más acerca de la vejez olvidada en un informe sobre la ancianidad en Uruguay publicado en el diario El Observador.

miércoles, 13 de abril de 2011

Vende humo

Me perturba el vacío, la carencia de contenido. La tomadura de pelo. Supongo que a todos nos molesta. Incluso a quienes viven de eso. ¿Se darán cuenta? Seguramente. Pero entonces, ¿por qué se manejarían así? Es más fácil. ¿Será la “ley del mínimo esfuerzo”? Quizás. Lo cierto es que la oferta abunda por doquier sin importar el ámbito en cuestión. Y muchos lo consumen. Le dan vida a lo inexistente para crear ilusiones.
Vender humo es una tendencia contemporánea. Un testimonio de la posmodernidad. El disfraz es la clave, la producción, el marketing. En este contexto en el que la pauta es lo que se ve y lo que se siente: decir es hacer. Si un político no difunde lo que hace reduce su tarea a la nada. Y un político que no hace nada puede convencer a unos cuantos de su labor mediante la palabra.
Los medios crean realidades y nos hacen creer que son ciertas. Incluso creemos estar en ellas. Pero no lo estamos. En este caso no hay culpas. Sólo ilusiones. El periodista trata de acercarse a la verdad y parte de la audiencia la toma como real. Son confusiones. A partir de ellas actuamos. Generamos teorías para entender lo que sucede. También criticamos. Pero puede que, como en la caverna de Platón, nos inscribamos en un universo de percepciones, de interpretaciones creadas por otros.
Lo que resulta particularmente desagradable es cuando el error es intencionado. Y ya no es error sino engaño. Cuando nos venden algo como si fuera otra cosa, sabiendo que es diferente de lo que consumimos o, mucho peor de lo que queremos. Pasa en diversos acontecimientos y ambientes. Los ejemplos sobran y aumentan.
A veces el envase es más caro que lo que contiene. En ocasiones hasta el recipiente es artificial. El discurso de algunos cambia la historia para hacerla atractiva. Y así nos encontramos con crónicas de eventos supuestamente vanguardistas e innovadores, que en realidad distan de serlo. Son iguales a los demás pero tienen pretensiones de superioridad.
Los adjetivos decorosos –mejor en inglés- pululan por el éter para convertir lo mediocre en un sueño. Pero como todo sueño tiene su fin. En la realidad. En algún momento el humo se desvanece. O no. Esperemos que sí.

Retener ideas

El hombre ha llegado lejos. Creó de todo: pela papas, máquinas para encerar las manos e hidratarlas y hasta una cápsula que filma lo que sucede en el intestino, entre una infinita diversidad de objetos. La lista es demasiado larga para escribirla.
Me sorprende que todavía no exista una máquina que nos permita ejercitarnos cuando no nos da el tiempo de ir al gimnasio. Y aunque como dice Jorge Drexler “hay fórmulas hasta para describir la espiral de una caracola”, no se desarrolló ninguna herramienta que acabe con mi peor frustración: que se me escapen las ideas.
¿Cuándo va a llegar el día en que el animal más inteligente del universo y alrededores cree una máquina que retenga los pensamientos? Espero estar viva para presenciar el acontecimiento más glorioso de los ocurridos.
Me doy cuenta de la necesidad de esta creación en una charla con un amigo. Le cuento que leí un artículo que afirma que el momento en el que nuestro cerebro funciona mejor es cuando dormimos. Me mira atónito.
-Claro, boludo –le digo. - ¿Nunca te pasó de acostarte y despertarte con la respuesta de un problema de Matemáticas, con el resultado de una cuenta difícil o con una idea que estabas buscando?
- Creo que el ejemplo sería más acertado si me dijeras que soñando resolví cómo llegar a la Gran Muralla China caminando y sin cansarme –comenta con la ironía que lo caracteriza.
-No jodas. Sabés a lo que me refiero. Tiene que haberte pasado. Es re normal.
Sigo hablando aunque los ojos de mi amigo se desvíen y tripliquen su circunferencia a medida que me compenetro detallando mi gran idea.
-Siempre me llama la atención cómo una pérdida nos desconcierta. Cómo –por más intrascendente que sea el objeto en cuestión- la pérdida de cualquier cosa nos perturba. Lo que realmente no entiendo es cómo la gente parece estar conforme cuando todo el tiempo pierde –además de tiempo- lo más preciado que tenemos: las ideas –y entonces llega mi magnífica teoría que cuadruplica la circunferencia de los ojos de mi, ya no sé si amigo, pero seguro, interlocutor.
-Una máquina que retenga ideas cambiaría el mundo. Si cada vez que pensamos una cosa, nuestra idea quedara registrada, no tendríamos que darle tantas vueltas a aquellos asuntos que ya pensamos. Y lo mejor es que nos ahorraríamos el trabajo de repensar lo que se pensó. Después de todo, me aburre escuchar mis especulaciones mentales sobre los mismos temas una y otra vez. Además, esto mejoraría la calidad de las ideas, porque tomaríamos la mejor que se ha pensado jamás.
-Seguro que el divague que me estás diciendo ya lo pensaron antes. ¿Qué pensarías si por una máquina retiene ideas nunca hubieras hecho el razonamiento previo para llegar a ella?
Me quedé pensando. Es un misterio. Tal vez sea ese misterio el que tengamos que retener. Y no las ideas, sino la capacidad de reflexionar.

miércoles, 6 de abril de 2011

Despenalización

La droga hace mal. Lo sabemos desde chicos. Sin embargo, cuando crecemos lo prohibido pierde su condición temida y lejana. Se acerca a nosotros. O nosotros lo buscamos. Hasta llega a parecer amigable e inocuo. Pueden decirme conservadora, seudopuritana o nerd. Pero la experiencia me confirmó cuál debe ser mi postura respecto a la despenalización del autocultivo de la marihuana. Estoy en contra.
No huyan, tampoco soy intolerante. Tengo pruebas vivientes que fundamentan mi opinión: algunos amigos que se hicieron adictos, otros que pasaron a “mayores” y otros tantos que perdieron varias neuronas. No soy médica pero estos casos son evidentes. Cuidado, no todos los fumadores de marihuana que conozco están en la ruina. Sin embargo, creo que un caso es suficiente para que me oponga a una ley que ampare el autocultivo. Así como “una imagen vale más que mil palabras”, estoy convencida de que una vida descarrilada vale por todas. Cada cual puede elegir qué consumir y qué no. Libertad ante todo. Pero hay un límite: la salud. Ahora un nuevo estudio afirma que esta droga puede generar demencia, a largo plazo. A eso me refiero.
El sentido común nos llevaría a asumir pasivamente que, por ser una droga, la marihuana es mala. Y que, por lo tanto, la ley no debe amparar su consumo ni su cultivo. Un argumento de niños. De niños que viven en un mundo fantástico. Cualquier espíritu crítico se revelaría ante esta aceptación del statu quo. Entonces ¿por qué se debería despenalizar el autocultivo de la marihuana? Dicen que esta medida acabará con el narcotráfico y “las mafias” -que se aprovechan de sus clientes y les venden porros con sustancias peores que la misma planta-. No lo creo. Hay contrabando de caramelos, ropa y esmaltes de uñas aunque no estén prohibidos.
Es cierto que el consumo de marihuana no está penado. La venta sí. Este enredo legal refleja la incoherencia que nos caracteriza. Pero, ¿por qué empeorar las cosas en vez de corregirlas? ¿Qué pasaría si penalizáramos el consumo? Tranquilos, es sólo una idea. Con ella propongo lo mismo que al considerar por qué se debería despenalizar el autocultivo: cuestionar lo establecido.
Las leyes constituyen un marco en el que se forman los ciudadanos. Deben reflejar lo deseable. De aprobarse la norma, el consumo de marihuana terminaría de legitimarse. Al igual que el autocultivo. Con esta medida, se puede prever que, en unos años, fumar esta hierba será aún más normal de lo que es. Y que, en el país del mate y de la Rambla, terminemos como Calamaro mirando “a las palomas comer el pan que la gente les tira” mientras que nos fumamos un porrito. O mientras lo cultivamos.

miércoles, 30 de marzo de 2011

La lógica “está funcionando pésimo”

Hay cuestiones que desconciertan a todos. En esas ocasiones, parece que nadie entiende nada. El caso del famoso video de los militares lo ilustra con claridad. Qué video, ¿hay un video? ¿Alguien lo vio? Sí, Pepe. Pero eran imágenes. Estaba colgado en internet. ¿En Youtube? ¿Serían fotos?
Incoherencias que generan dudas. Hubo elecciones de representantes sociales del Banco de Previsión Social (BPS) que generaron abundantes críticas. Aun antes de que se realizaran. Se presentó un solo candidato para los activos: Ariel Ferrari. Y Homero Simpson. Se denunciaron problemas de organización, desperfectos en los padrones y la ausencia de algunas listas en las mesas.
La idea de una votación sin opciones es paradójica. Resulta sorprendente que el candidato haya ganado con el 43,9% de los votos. La mitad de los habilitados no lo eligió. Los legisladores denunciaron “el caos organizativo”. Todo el festín le costó 3 millones de dólares al Estado. El BPS distribuyó $500 000 entre los candidatos. Cachín, $213 432 para Ferrari.
El presidente no pudo votar. No lleva un año consecutivo de aportes por lo que no estaba en el padrón. “El BPS está funcionando pésimo”, dijo. Ignoró que el cambio del Senado a la Presidencia lo frenaría a la hora de emitir su voto ¿democrático?
La Asociación de Funcionarios Electorales del Uruguay (AFEU) no se quedó callada. Rechazó los ataques de Mujica y respaldó a quienes debieron cumplir la engorrosa tarea de aclararle al presidente por qué no podía votar. Pidió al jefe de Estado que rectificara sus agravios.
Hacer y después pedir perdón. Como en el caso del video de los militares y como en el fiasco del triunfo de Namús, no prevemos, nos disculpamos y arrancamos de nuevo. Y aunque con lo expuesto parecería que, sin hacer trampa, nos ganamos todas las medallas a las incoherencias, hasta en eso no va a costar salir primeros. Pero si el plan es aumentar la apuesta, tenemos una hermana mayor como ejemplo. Condena los ataques del mundo occidental a Libia y apoya los crímenes de Gadafi. Tiene una universidad –la Nacional de La Plata- que premia a Chávez por su defensa de la libertad de expresión a dos días del bloqueo total del diario Clarín y parcial de La Nación. Incluso en el terreno de la contradicción, el desafío para estar a la cabeza es enorme. Mejor pensar.

miércoles, 23 de marzo de 2011

La ilusión de los medios

Veo las noticias y no puedo creer lo que me cuentan. Leo artículos que describen las tragedias en Costa de Marfil y Libia, mientras que otros relatan las últimas novedades del drama japonés. También hay choques en Francia. Parece que los musulmanes están hartos de ser un tema de discusión y quieren que se los respete como ciudadanos iguales a los demás. Pero hay barrios en los que los franceses no entran, por la violencia que reina en ellos y porque sus habitantes –inmigrantes árabes- se resisten a aprender el idioma local. Ni los asistentes sociales se animan a descubrir qué pasa ahí adentro. Me agoto y pienso lo afortunada que soy.
¡Qué bien se siente (aunque sea) no ser indiferente a lo que pasa! Gracias a los medios se puede saber qué sucede en lugares lejanos. Pero, ¿qué se puede hacer con eso? ¿Cómo deberíamos actuar? Alguien “grande” se hubiera revelado, sin embargo, la mayoría de nosotros volvemos a nuestras realidades. Apagar la tele o cerrar el diario.
En una reunión, con amigos o familia, se comentan los horrores de Japón. Se muestran preocupados y cuentan todo lo que leyeron al respecto. Se sienten bien por saber y ostentan sus conocimientos. Lazarsfeld y Merton lo diagnosticaron hace años. Es la disfunción narcotizante: la gente que dedica su tiempo a enterarse de las noticias se confunde. Y hasta llega a pensar que, con su actitud receptiva frente a lo que sucede en el mundo, está, además de conociendo, haciendo algo al respecto. Una ilusión.
Los medios crean situaciones. Conozco a un hombre que estaba en Tokio cuando comenzó el terremoto. Tenía skype, bendita herramienta que le permitió mantener un contacto casi permanente con los suyos. Decía que estaba tranquilo y que, por momentos, todo temblaba. Lo llamaron de la televisión para que contara su experiencia. Durante la narración, la pantalla emitía imágenes de las olas arrancando de raíz las construcciones que pretendían interrumpir su paso.
Aunque no hace ni dos semanas de esto, me cuesta recordar qué otras filmaciones eligieron para representar la crónica. Pero el dramatismo con el que la ilustraron fue evidente. Tuve miedo. Cuando se acabó la “comunicación en directo” hablé con mi conocido. Estaba tranquilo, decía que la situación no era tan grave como en otros lugares y que, por momentos, todo temblaba. Entendí. Este es el “poder de los medios”. La ilusión.

miércoles, 16 de marzo de 2011

La vida en manos de la Ley

Por Lucía Cohen y Noelia González

La iniciativa de la senadora (PS) Mónica Xavier produjo un gran impacto en la opinión pública. Propuso legalizar la interrupción del embarazo en los primeros noventa días sin excusas y, luego de ese lapso, en el caso de encontrarse malformaciones en el feto o síndrome de Down.
Ni Vega –quien promovió una iniciativa que despenaliza el aborto en los primeros noventa días- respaldó a Xavier y calificó como “absurdos” algunos de sus artículos. Y es que lo que ésta propone ataca lo más profundo de la esencia humana. Desafía principios universales.
La médica allegada a Vázquez -quien supo vetar el proyecto de despenalización del aborto, oponiéndose a la voluntad de su partido- aseguró que conoce las potencialidades de quienes padecen este síndrome. Sin embargo, el concepto que se evidencia en su proyecto revela discriminación y una convicción de que no todas las vidas valen lo mismo. Lo que se opone al fundamento rector del Partido Socialista. ¿Desde cuándo el “progreso” implica deshacerse de los débiles? Cabe preguntarse, qué tipo de sociedad promovería medidas de esta índole.
Como es lógico, la Asociación Down del Uruguay fue la primera en demostrar su indignación ante tal injusticia. Lejos de atacar a la senadora, le ofreció acercarla a la realidad de la enfermedad. Muchas veces la ignorancia genera prejuicios que la sociedad arrastra ciegamente. La defensa del proyecto por parte de Xavier manifiesta su indiferencia frente a estos cuestionamientos.
Este proyecto encierra una concepción utilitarista de la vida acorde a una época en la que se evaden las dificultades y se promueve el individualismo a ultranza. La importancia que se le concede a la libertad justifica amenazar otros valores fundamentales. Tan básicos como la vida.

jueves, 3 de marzo de 2011

Un pedazo de pasado en el presente



Visitar Mea Shearim -el el barrio ultraortodoxo de Jerusalem- fue como viajar en el tiempo.
Todo el mundo estaba vestido de negro: los hombres con trajes, chalecos, sombreros, barbas y rulos, y las mujeres con polleras hasta los tobillos y pelucas brillantes, sobre todo cobrizas.

Éramos los únicos con ropa "moderna", o más bien "inmodesta" y los colores que llevábamos puestos se destacaban en el paisaje oscuro de calles estrechas. Estar de jean es inmoral: las mujeres no usan pantalones. De hecho nos cruzamos con un cartel que advertía no irrumpir en esas calles con vestimentas inmodestas como aquellas.

El extremismo de quienes que viven en este barrio los lleva incluso a oponerse, en algunos casos, a la existencia del Estado de Israel por considerar que el momento de su creación llegará de la mano del Mesías. Este tipo de actitudes genera conflictos sociales: los más ortodoxos no suelen ir al ejército y, en ocasiones, tampoco pagan impuestos ni trabajan.

Aunque algunos dicen que entrar a esta zona anacrónica de la ciudad puede resultar peligroso para quien no comparta, al menos aparentemente, los códigos que rigen la vida de quienes lo pueblan, salimos sanos y salvos sin ser víctimas de ninguna agresión. Y lo paradójico es que hay locales en Mea Shearim en los que venden, además de kipot con o sin bordados, de diferentes colores y texturas, gorros de lana con rulos aplicados para imitar a los religiosos. Curioso.

martes, 1 de marzo de 2011

Puesta al día


20/02

Con el paso de los días, el ritmo de las actividades se intensificó y nuestros cuerpos empezaron a sentirlo. Arrancábamos a las 7 de la mañana y hasta el mediodía no parábamos. En general después de almorzar seguíamos haciendo cosas, visitando museos, lugares interesantes o recorriendo ciudades.

El cansancio comenzó a pesar y a las 22 parecían las 3. Por eso no estuve escribiendo , incluso cuando tenía muchísimas experiencias increíbles para contar.

Entre las cosas espectaculares que viví en estos días, se encuentra la visita (el martes 15) a Yad Vashem, el museo del Holocausto, o mejor dicho de la Shoah. Allí se funden las historias de miles de víctimas y sobrevivientes para recrear el horror que representó y representa el exterminio masivo del pueblo judío y de otras minorías -enfermos, ancianos, comunistas, homosexuales, gitanos- durante el regimen nazi.

La exposición es inabarcable en un sólo día. Sin embargo, el hecho de no poder leer todos los testimonios, ni llegar a ver todos los videos transmite la inmensidad de lo que sucedió. Cuando leía y pensaba "qué horrible, cómo pudo pasar algo así, me voy a saltear este o este testimonio", al mismo tiempo me decía: "no puedo creer que no tolere, que no soporte ver todo esto. ¿Cómo puedo darme el lujo de semejante actitud cuando tengo en frente mío las historias de millones que sufrieron tanto? De gente que cuando quería hacer algo no podía, que fue obligada a perder la dignidad", enfin deshumanizada.

Si bien creo que de lo mejor de la muestra fueron los videos en los que sobrevivientes cuentan sus experiencias, fue muy interesante ver el sector de búsqueda del museo que reúne material sobre las víctimas de los campos. Hay computadoras y uno puede investigar acerca de sus familiares. Con mi abuelo buscamos a sus parientes de Ostrolenka (el pueblo de donde venía su familia en Polonia).
Aparecieron muchos nombres, algunos cercanos.

Al final de la exposición en la que hay desde las "camas" en las que dormían varias personas en los campos hasta los trajes que llevaban los prisioneros y los zapatos que usaron, hay una sala con todos los nombres de las víctimas en una especie de cono invertido que sale del techo y si uno mira para abajo hay un agujero en la tierra.

La imagen más conmovedora quizás, sea la que uno ve cuando abre la puerta para salir del museo. Desde la terraza se ve la ciudad de Jerusalem enmarcada. Este paisaje transmite un mensaje esperanzador luego de tanto sufimiento. Israel existe, a pesar de todo lo que pasó. Y es un país lleno de prosperidad y fuerzas.

Desde tierras sagradas


14/02

Ayer llegamos a Jerusalem, una ciudad cuyos edificios deben estar construídos con la misma piedra, lo que para algunos hace el paisaje aburrido, pero para otros, resulta atractivo porque mantiene una estética armónica entre las diferentes construcciones.
Las calles se cruzan entre subidas y bajadas que revelan los desniveles del suelo y el tránsito es una locura. La gente está apurada e incluso los más religiosos manifiestan con violencia su enojo ante los errores de un chofer extranjero. Sin embargo, no es él el que comete las peores infracciones sino otros, quizás locales, que disfrutan de abusar de la bocina y de atomizar a quienes conducen con cuidado.
Las imágenes que se ven en una calle de Jerusalem son espectaculares, ya que en ellas se mezclan velos, barbas, rulos y sótanas. Y lo más sorprendente es que parecería que cada uno se sintiera en casa.
El paseo por la Ciudad Vieja, inmediatamente después de dejar las valijas en el hotel, ubicado cerca de la muralla, fue muy emocionante porque, entre los tesoros de diversas religiones, visitamos El Muro de los Lamentos:conmovedor.
Almorzamos en una terraza con vista al templo musulmán, donde está la piedra sagrada, y al Monte de los Olivos. Estuvo muy rico, y el panorama que veíamos mejoró el plan. Fuimos a un museo arqueológico donde vimos cómo era un casa de una familia hace muchísimos años. Muy interesante.
Hoy paseamos por los alrededores del templo musulmán y de la mezquita, luego hicimos un tour guiado agotador, intenso y sobre todo enriquecedor en la Torre de David. Este paseo nos permitió llenar nuestras lagunas históricas y ordenar las diferentes conquistas que hubo en esta tierra.