El hombre ha llegado lejos. Creó de todo: pela papas, máquinas para encerar las manos e hidratarlas y hasta una cápsula que filma lo que sucede en el intestino, entre una infinita diversidad de objetos. La lista es demasiado larga para escribirla.
Me sorprende que todavía no exista una máquina que nos permita ejercitarnos cuando no nos da el tiempo de ir al gimnasio. Y aunque como dice Jorge Drexler “hay fórmulas hasta para describir la espiral de una caracola”, no se desarrolló ninguna herramienta que acabe con mi peor frustración: que se me escapen las ideas.
¿Cuándo va a llegar el día en que el animal más inteligente del universo y alrededores cree una máquina que retenga los pensamientos? Espero estar viva para presenciar el acontecimiento más glorioso de los ocurridos.
Me doy cuenta de la necesidad de esta creación en una charla con un amigo. Le cuento que leí un artículo que afirma que el momento en el que nuestro cerebro funciona mejor es cuando dormimos. Me mira atónito.
-Claro, boludo –le digo. - ¿Nunca te pasó de acostarte y despertarte con la respuesta de un problema de Matemáticas, con el resultado de una cuenta difícil o con una idea que estabas buscando?
- Creo que el ejemplo sería más acertado si me dijeras que soñando resolví cómo llegar a la Gran Muralla China caminando y sin cansarme –comenta con la ironía que lo caracteriza.
-No jodas. Sabés a lo que me refiero. Tiene que haberte pasado. Es re normal.
Sigo hablando aunque los ojos de mi amigo se desvíen y tripliquen su circunferencia a medida que me compenetro detallando mi gran idea.
-Siempre me llama la atención cómo una pérdida nos desconcierta. Cómo –por más intrascendente que sea el objeto en cuestión- la pérdida de cualquier cosa nos perturba. Lo que realmente no entiendo es cómo la gente parece estar conforme cuando todo el tiempo pierde –además de tiempo- lo más preciado que tenemos: las ideas –y entonces llega mi magnífica teoría que cuadruplica la circunferencia de los ojos de mi, ya no sé si amigo, pero seguro, interlocutor.
-Una máquina que retenga ideas cambiaría el mundo. Si cada vez que pensamos una cosa, nuestra idea quedara registrada, no tendríamos que darle tantas vueltas a aquellos asuntos que ya pensamos. Y lo mejor es que nos ahorraríamos el trabajo de repensar lo que se pensó. Después de todo, me aburre escuchar mis especulaciones mentales sobre los mismos temas una y otra vez. Además, esto mejoraría la calidad de las ideas, porque tomaríamos la mejor que se ha pensado jamás.
-Seguro que el divague que me estás diciendo ya lo pensaron antes. ¿Qué pensarías si por una máquina retiene ideas nunca hubieras hecho el razonamiento previo para llegar a ella?
Me quedé pensando. Es un misterio. Tal vez sea ese misterio el que tengamos que retener. Y no las ideas, sino la capacidad de reflexionar.
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