miércoles, 13 de abril de 2011

Vende humo

Me perturba el vacío, la carencia de contenido. La tomadura de pelo. Supongo que a todos nos molesta. Incluso a quienes viven de eso. ¿Se darán cuenta? Seguramente. Pero entonces, ¿por qué se manejarían así? Es más fácil. ¿Será la “ley del mínimo esfuerzo”? Quizás. Lo cierto es que la oferta abunda por doquier sin importar el ámbito en cuestión. Y muchos lo consumen. Le dan vida a lo inexistente para crear ilusiones.
Vender humo es una tendencia contemporánea. Un testimonio de la posmodernidad. El disfraz es la clave, la producción, el marketing. En este contexto en el que la pauta es lo que se ve y lo que se siente: decir es hacer. Si un político no difunde lo que hace reduce su tarea a la nada. Y un político que no hace nada puede convencer a unos cuantos de su labor mediante la palabra.
Los medios crean realidades y nos hacen creer que son ciertas. Incluso creemos estar en ellas. Pero no lo estamos. En este caso no hay culpas. Sólo ilusiones. El periodista trata de acercarse a la verdad y parte de la audiencia la toma como real. Son confusiones. A partir de ellas actuamos. Generamos teorías para entender lo que sucede. También criticamos. Pero puede que, como en la caverna de Platón, nos inscribamos en un universo de percepciones, de interpretaciones creadas por otros.
Lo que resulta particularmente desagradable es cuando el error es intencionado. Y ya no es error sino engaño. Cuando nos venden algo como si fuera otra cosa, sabiendo que es diferente de lo que consumimos o, mucho peor de lo que queremos. Pasa en diversos acontecimientos y ambientes. Los ejemplos sobran y aumentan.
A veces el envase es más caro que lo que contiene. En ocasiones hasta el recipiente es artificial. El discurso de algunos cambia la historia para hacerla atractiva. Y así nos encontramos con crónicas de eventos supuestamente vanguardistas e innovadores, que en realidad distan de serlo. Son iguales a los demás pero tienen pretensiones de superioridad.
Los adjetivos decorosos –mejor en inglés- pululan por el éter para convertir lo mediocre en un sueño. Pero como todo sueño tiene su fin. En la realidad. En algún momento el humo se desvanece. O no. Esperemos que sí.

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