Las dificultades agobian al hombre desde su nacimiento. Incuso desde antes: que cesárea o parto natural, que el cuarto celeste o rosa, que circuncisión o agujeritos en las orejas. La tragedia de la vida. Basta aparecer en el mundo para enfrentarse a los problemas, inconvenientes, complicaciones y hoy se suma el ya trillado stress.
Nada de llantos. A aceptar la realidad se ha dicho. Ánimo: estamos todos en la misma. Esa es una buena manera de sentirse menos infeliz pero más mediocre. Y aquí comienza una enumeración de formas de enfrentar las presiones que dificultan nuestra existencia.
La rebelión es una actitud gloriosa. Constituye un legado de nuestros ancestros tan preciado como demodé. Es una herencia de quienes combatían en defensa de sus ideales cuando no estaban de acuerdo con lo establecido. Unos lunáticos que no tendrían lo que hacer para andar quejándose y luchando tanto. Una respuesta mucho más adecuada a los tiempos hipermodernos sería crear un grupo de Facebook con un título que declarara nuestro seudoinconformismo, publicar tweets cuestionadores, hacer un blog llamado “Espíritu crítico” –en honor al insaciable y a la vez sorprendentemente pasivo afán de protestar- o cuanto mucho, formar una tribu urbana con dos vecinos que ni estudian ni trabajan. Esa es buena. Seguro reunís varios más.
Pero no nos desconcentremos, estamos buscando las claves para afrontar los obstáculos que nos hacen miserables. Concentración. Rima con organización. Eso es lo que hay que hacer: desarrollar un plan, un proyecto que guíe nuestras acciones en caso de sufrimiento o pánico. Hay que estar preparado para cualquier cosa. Esto supone un entrenamiento exhaustivo compuesto por diversas clases, charlas, eventos sociales, desfiles y tés en La Conaprole de Pocitos.
Otra manera de pelear contra las complejidades es pedir ayuda. No apta para orgullosos ni creídos. Ya se sea pagando millones o no, conversar con alguien puede resultar un verdadero auxilio en momentos arduos o penosos. Eso sí, no se compenetren con el asunto porque escuchar a un depresivo a veces aburre y cansa. Además, en una hora se te acaba el tiempo así que apurate, hacéte una lista.
Las listas son maravillosas. Permiten al ser humano tomar conciencia de todo lo que debe hacer. Pero la parte buena viene después, una vez realizada la tarea. El placer de tachar con fuerza, clavando la punta de la lapicera hasta agujerear la hoja, o de pintar con un flúor que se corre los elementos allí expuestos es incomparable. Una sensación única que les recomiendo a todos.
En la era virtual, de las dietas, de los antidepresivos y del photoshop, las ideas claras sí que traen problemas. Mejor borralas. Evitá el dolor. Y las dificultades ni las mires, ese es un modo de enfrentarlas, o de darse de frente contra ellas. Reiniciemos.
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