Hoy en día hay cosas de las que no se puede hablar. En estos tiempos, más que nunca, la fantasía de la posmodernidad pretende negar un hecho: la existencia de tabúes. Y muchos parecen convencidos de que este postulado es cierto e incuestionable.
Es verdad, me van a decir que no hace tanto, o más bien que hace poco tiempo, era impensable hablar de sexo, drogas y rock’n roll. No se apuren. Es evidente que la sociedad occidental ha avanzado en incontables aspectos. Sin embargo, en la actualidad somos esclavos de lo “políticamente correcto”.
Decir las cosas como son equivale a herir sensibilidades. Y nos vemos envueltos en líos que pueden o no tener sentido real con tal de no meter la pata. Así es como hay circunstancias en las que debemos pensar varias veces y discutir con nuestro otro yo para elaborar el enunciado que transmita lo que queremos pero que no se preste a malentendidos. La pauta es cuidarse la espalda e intentar convivir en paz, sin decir lo que uno piensa o usando eufemismos que nos dejen bien parados. En ocasiones optamos por no tocar algunos temas: preferimos hablar de tópicos superfluos en lugar de reflexionar acerca de cuestiones que puedan hacernos dudar, o cuestionar lo que sabemos que pensamos.
¿Qué se esconde detrás del intento de enmascarar la realidad, o de entibiarla con eufemismos? El miedo puede ser una respuesta que explique por qué es mejor decir no vidente que ciego o “de color” en vez de negro. Este último ejemplo es particularmente desagradable. ¿Cuál es la verdadera diferencia entre ambos términos? Atenuar lo que es. Pero, ¿cuál es el motivo para hacerlo? En este caso: el racismo. Si se supone que “de color” es mejor que negro, entonces asumimos que negro es peor que lo anterior. Lo que muestra la discriminación, aun latente en la sociedad.
Es lamentable que siga habiendo personas que discriminan y prejuzgan. O tendría que decir, que es una lástima que haya individuos que piensan diferente. ¿Eso sería políticamente correcto?
La historia ha demostrado que buscar chivos expiatorios en las sociedades conduce a finales terribles. Pero parecería que hay quienes ignoran estos hechos. Y siguen adelante con su vida, disfrutando de la “banalidad del mal”, quejándose por los “planchas” o por los bolitas, negros o inmigrantes de mierda que causan todos los males.
El lenguaje es poderoso: crea realidades, pero también puede destruirlas. Un llamado de atención se impone. Hay que estar alerta. Siempre.
me encantó Lu, estoy convirtiéndome en una lectora fiel de tu blog!
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