El científico Francisco Noya explica la importancia de las bacterias para la producción de biocombustibles
Que la nafta es cara en Uruguay no es una novedad. Y que esto responde a los altos precios del petróleo tampoco. Sin embargo, hay quienes aspiran a que los barriles se mantengan caros. “Está bueno que el petróleo suba”, afirma el doctor en Bioquímica y Genética Molecular Francisco Noya, pues, como explica, esto fomentará el desarrollo de nuevos biocombustibles en Uruguay “mucho más baratos” que el crudo.
Francisco Noya investiga en el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable la producción de bioetanol a través de un proceso que consiste en que una bacteria convierta los residuos en combustibles. “Lo que nosotros queremos buscar es un producto biotecnológico que va a ser una bacteria biomodificada fácil de crecer en estas sustancias”.
Estos pequeños seres, que según Noya constituyen la forma de vida más antigua, diseminada y abundante del planeta, transforman en etanol deshechos como pastos secos, cáscara de arroz y papel en desuso. El desarrollo de este método daría lugar a una producción nacional de energía “mucho más limpia y sustentable” que las que se realizan en la actualidad para producir hidrocarburos. De hecho, como lo explica Noya, se trata de un procedimiento mucho más barato y sencillo que el que supone la obtención del petróleo.
Duración y viabilidad
Pese a que la utilización de productos biotecnológicos enlentece los procesos químicos, Noya advierte que la idea es que este tratamiento industrial se realice con la mayor rapidez posible. Desde que entran los residuos hasta que sale el etanol “no pueden pasar más de 4 o 5 días”, comenta.
Pero, sin embargo, la viabilidad del proyecto aún depende factores económicos. Al hecho de que la primera etapa del proceso sea cara se suma otro problema: la dependencia de las oscilaciones del crudo. “Si el petróleo sube a más de 140 dólares, esto se vuelve viable. Si baja a 70, entonces ya no es realizable” porque, en ese caso, el hidrocarburo de origen fósil es mucho menos costoso que la generación de biocombustibles propuesta por Noya.
Falta de apoyo de la industria
Aunque la tendencia en el mundo es que cada organismo apoye a sus investigadores locales, Uruguay escapa a la regla. Según el investigador del Clemente Estable, esto se da porque ANCAP –la industria más importante del país- se limita a la búsqueda de soluciones a sus problemas inmediatos.
Si bien el doctor en Bioquímica y Genética Molecular reconoce que ANCAP comenzó a invertir en investigación y desarrollo hace “un año y medio o dos”, considera que el fondo de 2 millones de dólares no es suficiente para impulsar la investigación. Además, critica la falta de proyección a largo plazo de estas inversiones.
“Esperamos que ANCAP abra los ojos a más de 2, 3 meses y que mire un poquito más lejos”, comenta Noya al tiempo que subraya el énfasis que la empresa le da a la resolución de cuestiones concretas y específicas que la afectan hoy. “No están viendo a 5 años, estaría bueno que se apuntara a lo que viene después”, reflexiona. Y agrega que resolviendo los problemas vinculados a la caña de azúcar “no vamos a llegar a ningún lado porque no tenemos las capacidades para producir tanta cantidad como para generar el etanol que se necesita para sustituir a la nafta”.
Por otro lado, el especialista indica que existe otro cultivo que se llama el sorgo dulce que crece un poco mejor pero que agota los suelos al punto de dejarlos en desuso. Y compite con los alimentos lo que plantea una dicotomía que no le parece positiva. Francisco Noya, sin embargo, apuesta a generar materia prima que no rivalice con los comestibles. Por eso utiliza residuos como cortezas de arboles de la industria forestal o cáscara de arroz para la producción de biocombustibles.
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