miércoles, 11 de abril de 2012

Reino de cemento y neón









Edificios gigantes, grises, con vidrios espejados, otros de ladrillos con las típicas escaleras que dibujan un un zig zag anguloso, camionetas enormes negras, olas de gente de todo el mundo, algunos apurados y otros trancando el tránsito mientras sacan una foto. Todo indica que llegamos a Nueva York.

La energía y el ritmo agitado de esta ciudad se sienten en su aire frío y seco, en las luces multicolores que decoran las fachadas de los rascacielos y en el paso ágil de quienes se adueñan de las calles de Manhattan. Todo pasa rápido. No hay que perder el tiempo.

Los semáforos cambian y los autos aceleran. La verde indica el comienzo de una carrera de obstáculos en la que todo vale. En este reino de cemento si un peatón ve que no viene nadie, cruza. Una actitud impensable en Washington donde el orden impera. Pero en Nueva York la agilidad y la percepción de que cada segundo cuenta dominan. Casi tanto como la inmensidad luminosa que hace que en Time Square siempre parezca de día.

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