“La imagen que los medios occidentales transmiten de
Rusia es falsa”, decía la periodista de ese país mientras enfatizaba que ellos
tienen libertad de expresión. “Eso sí, si escribís sobre Chechenia te matan,
pero más allá de eso somos totalmente libres”. No era broma. Realmente estaba
afirmando que gozaba de libertad para escribir lo que quisiera a excepción de
ese pequeño detalle.
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Una palabra puede querer decir una cosa para alguien
y algo muy diferente para otra persona, y aun así pensar que están hablando de
lo mismo. Si leyera esta frase pensaría que el autor es un relativista, que los
hechos son lo que son y que si bien puede haber varias interpretaciones de
ciertas cuestiones, hay otras innegables y universales. Eso era lo que creía de
la libertad de expresión. Entendía que por más que hubiera países con
limitaciones a este derecho humano fundamental, la gente formada percibía su restricción
igual que yo, como una traba que les impediría considerarse libres. Sin
embargo, una reunión con un grupo de periodistas de diferentes partes del mundo
que estudian en London School of Economics me demostró cuánto puede llegar a
variar un supuesto mismo concepto de acuerdo a las experiencias de quienes lo
definen.
Todos estábamos hablando de la libertad de expresión,
quizás en diferentes grados. Y había quienes creían ser libres aunque no lo
fueran. Las anécdotas de China eran predecibles, aunque impresionantes (merecen
analizarse por separado) y las de Turquía no tanto. Una periodista de ese país
dijo amar demasiado la vida como para dedicarse a esta carrera corriendo el
riesgo de ser encarcelada, al igual que uno de sus compañeros. La rusa, que había
destacado su libertad de expresión, también contó que tenía muchos colegas
presos. Y sí, a pesar de eso seguía creyéndose libre.
Cuando me tocó hablar de Uruguay dije que gozamos de
una sana libertad de expresión pero cuando me refería a este concepto, hablaba
de algo mucho más grande que lo que se
había mencionado previamente con el mismo nombre. Y aunque quisiera explicarlo,
los bagajes de cada uno impedían que lo transmitiera tal como es.
Hay diferentes grados de libertad. Y aunque los
protagonistas consideren que tienen la posibilidad de expresarse libremente,
puede que esto no sea así y que suceda en diversos ámbitos de la vida. La falta
o limitación de un derecho es terrible, pero es mucho peor cuando la alienación es ignorada.